
La buena memoria
Por Sergio Zabalza / 23 de enero, Día Nacional del Músico
Este jueves 23 de enero se celebra en nuestro país el Día Nacional del Músico o de la Persona Música en honor al nacimiento de Luis Alberto Spinetta.
La fecha adquiere en estos momentos una especial resonancia (¡precisamente!) en virtud de la brutal agresión que el gobierno libertario dirige a la sociedad toda y que el fenómeno musical da cuenta por estructura. Es que si hay algo de lo que carece el engendro ultraderechista que nos gobierna es de melodía y metáfora. Ese desencuentro sincopado solo posible gracias a que el significado y la interpretación de una frase verbal o musical corren por cuenta de quien la escucha, no de quien la expresa. (Hasta en el mismo sujeto la instancia que emite no es la misma que registra). Pero estos señores se creen dueños del lenguaje. Renunciaron a escuchar. Para ellos la Diferencia no existe. Privatizaron la Verdad. De allí la pasmosa literalidad que, por ejemplo, aqueja al actual presidente. Por eso, hoy más que nunca, escuchar es desobedecer. Y por eso también, antes que diccionario, la lengua es música. Tono, enunciación, pausa, melodía. Eso que te hace mover el pie. Cadencia sinuosa que navega entre ritmos y armonías para descomponer las cansadas palabras del sentido común. Allí donde la poesía canta el silencio inescrutable del lenguaje, la música manda, lidera, conduce y al mismo tiempo se deja acompañar. La música es escuchar. Y quien la escucha la compone. Así es que alguien puede plasmar el ruido de una ciudad en un bandoneón o las cuatro estaciones del año en una sinfonía inmortal.
De la misma forma nos sentimos afortunados cuando uno transita la mañana en el silbo de una melodía amiga. Durante estos dolorosos meses, Spinetta ha estado siempre cerca. Y no es la primera vez. También me pasó en los peores momentos del desastre cambiemita. Con los tempranos momentos del día (mate, noticias, pacientes) emergía/emerge la línea melódica de Maribel se durmió y su “brisa inmensa de libertad”. Esa misma que Luis entonó --en homenaje a las Madres de Plaza de Mayo-- cual conclusión de un estremecimiento, un antes y después decisivo: el retorno de la democracia. “Canta conmigo tus penas de hoy”. Gracias querido. Por dejarme escuchar. Y hacer de tu canción mi canción. Por algo: “todo arte propone tender un puente que pase por encima de la angustia”[1], decías. Sí, es eso. Lo que mueve el pie y anima el cuerpo. Cada vez que la indignación parece abatirme, aparece tu figura y algo se re-compone en el día. Escucho. Una dignidad dispuesta a trascender el odio, la infamia. Este horror con que nos quieren borrar hasta el alma para cambiarnos el alma, como dijo Thatcher. Esta vergüenza bochornosa de una locura sin arte. Un desvarío que no es el de Fermín, ni mucho menos el de Artaud, quizás el mejor álbum de nuestro rock. Por eso uno canta Todas las hojas son del viento y se cura del delirio de lo mío solo mío y lo tuyo solo tuyo.
Como ese durazno que “a orillas de un río/su fe lo hizo llegar”. Ojalá pudiera tener esa valentía. Habitar el día como un Durazno sangrando en la “brisa de Enero”. Y por eso, y para eso. Para no retroceder: Los libros de la buena memoria (publicada en 1976), un “vals ingrávido que se constituye (...) en una interpretación vocal e instrumental de una sutileza del orden de lo divino (...) una de las mejores canciones del rock argentino”[2].
Es que el Flaco tiene esa capacidad de hacerme estar donde estoy, pero con otra cabeza. Como esos recuerdos que te enseñan a escribir olvidando. (¿Cuándo empieza una dictadura, mamá? preguntó la hija de una paciente). Recuerdos que orillan la memoria. Y la nada nadan. Esa melopea que palpita por más que me encuentre en el bondi más repleto o en este ataque que hoy nos toca resistir. (A fin de cuentas, fue un músico --Juan Falú-- quien hace pocas semanas, durante el festival en defensa del Conti, dijo: “Aquí está el pie de la Patria”).
Cantar Los libros... es como sentirme en casa mientras marcho a tu lado. “El vino entibia sueños al jadear”, dice. Escuchar “la hojarasca crepitar” es poner a distancia la cosa bizarra con la que pretenden deprimirnos. “Licor no vuelvas ya/deja de reír” es un dolor que me pone a salvo. De no sentir. De decir: hola, si todo bien, y vos que tal. Y circule, circule, que da lo mismo. Es que Los libros de la buena memoria avisan que “Ya se ven los tigres en la lluvia”. Ufff. ¿De dónde sacaste esto, querido? Sí, claro. Tigres en la lluvia. Refugio del trauma, si los hay. Ahí donde no te podés hacer el boludo (esta canción se grabó en el inicio de la dictadura). Por favor, necesito ese vuelo, ese vuelco. Horas inmerso en esa imagen, mientras canto, puteo, amo, trabajo, convoco, me enojo, me abrazo, discuto, me discuto, quiero estar en allí, en ahí mismo, en ese umbral donde la tontería se desvanece. Para terminar “oyendo como un ciego frente al mar” (¡Invisible!). Ay, es eso. Hoy la música es eso. Acariciar tigres en la lluvia. Esa fuerza. El que ve melodías otea “los vestigios del futuro”. Antes de que privaticen el viento y los castores y la brisa, y los ojos de papel y la muchacha, y las llamas del fuego que entibia el vino. Ver la música es escuchar. Como un ciego frente al mar. Y marchar a tu lado. Escuchar a tu lado. En 1976 el Flaco cantaba Las golondrinas de Plaza de Mayo que en un párrafo dice: “Y si las observas verás que solo vuelven en libertaaaad”. Y sí, de ponerle melodía a esa palabra se trata. De volverla a escuchar. Para volver. Y para no volver.
Sergio Zabalza es psicoanalista. Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires.
Los títulos de las canciones mencionadas en estas líneas son: Maribel se durmió (1980); Fermín (1970); Todas las hojas son del viento (1973); Durazno sangrando (1975); Los libros de la buena memoria (1976); Las golondrinas de Plaza de Mayo (1976). Todas compuestas por Luis Alberto Spinetta. Artaud es el nombre de un álbum del grupo Pescado rabioso, liderado por Spinetta y publicado en 1973. Invisible es el nombre del grupo --también liderado por el Flaco-- que interpretó Los Libros de la buena memoria y Las golondrinas de Plaza de Mayo en 1976.
Notas:
[1] Sergio Marchi, Dante Spinetta, Catarina Spinetta, Vera Spinetta y Valentino Spinetta, “Spinetta, Ruido de magia”,Biografía oficial, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Planeta 2020, p. 229
[2] Sergio Marchi, Dante Spinetta, Catarina Spinetta, Vera Spinetta y Valentino Spinetta, op. cit., p. 265.
Fuente: Página 12