
Esto no fue escrito desde una estructura partidaria ni desde una posición orgánica. Fue elaborado desde el oficio del periodismo y la comunicación política, con anclaje territorial en Venado Tuerto y el departamento General López. La mirada que lo sostiene es crítica, ética y contextual: no busca representar a nadie, sino interpelar a todos. Lo que sigue es una lectura editorial que combina análisis, memoria y responsabilidad.
La derrota del peronismo en octubre no fue un accidente. Fue el desenlace de una secuencia de decisiones cerradas, estrategias agotadas y una desconexión profunda con los territorios. Esto no busca consolar ni convocar. Busca exponer, con precisión y sin eufemismos, las causas de una caída que no se explica solo por el contexto nacional. Se explica por la ausencia de proyecto, de escucha y de comunidad.
No fue sorpresa, fue consecuencia
La derrota del 26 de octubre no fue un accidente electoral. Fue el desenlace de una secuencia de errores estratégicos, decisiones cerradas y una desconexión profunda con la sociedad. No se perdió por azar. Se perdió por soberbia, por inercia, por falta de escucha. Y lo más grave: se perdió sin asumir responsabilidades.
En Venado Tuerto y el departamento General López, la caída fue aún más brutal. No se trató solo de perder votos. Se trató de perder presencia, relato, comunidad. El peronismo no está en crisis. Está en retirada.
La conducción nacional: encierro, repetición y exclusión
La campaña nacional de Fuerza Patria fue diseñada por un núcleo cerrado que eligió repetir fórmulas agotadas. Se presentó una oferta sin renovación real, sin apertura territorial, sin vocerías nuevas. Se mantuvieron estructuras, nombres y relatos que ya no convocaban. Se ignoró el desgaste acumulado, el rechazo social y el hartazgo de los sectores populares. La conducción eligió blindarse en lugar de abrirse, y el resultado fue una campaña que no interpeló ni representó.
El cristinismo: control sin responsabilidad
Cristina Kirchner mantuvo el control del armado, pero se corrió de la campaña. La lista fue suya, pero la derrota no. El festejo en su balcón, mientras el peronismo caía en todo el país, fue más que una imagen desafortunada: fue una señal de desconexión. El cristinismo impuso nombres, vetó territorios y luego se desentendió del resultado.
La estrategia de polarización, basada en el miedo al ajuste, no funcionó. La sociedad no respondió al “riesgo Milei” porque ya había vivido el fracaso del Frente de Todos. El cristinismo apostó a repetir el 2019 sin reconocer que el 2023 había dejado heridas profundas.
El kicillofismo: autonomía sin proyección nacional
Axel Kicillof desdobló la elección bonaerense y ganó en septiembre. Pero su espacio no logró proyectar esa victoria en octubre. El Movimiento Derecho al Futuro se concentró en la provincia, sin construir una estrategia nacional. La lista nacional no lo representó, pero tampoco propuso una alternativa. El desdoblamiento fue funcional a la gestión, pero dejó al peronismo sin eje nacional.
La interna entre Kicillof y el cristinismo se mantuvo latente, sin resolución. La falta de coordinación, de relato común y de liderazgo compartido debilitó toda la campaña. El peronismo llegó dividido, sin conducción real, y con tres núcleos que se neutralizan mutuamente.
El massismo: repliegue sin propuesta
Sergio Massa, tras su derrota presidencial, se replegó. Su sector mantuvo presencia en la lista, pero sin protagonismo. No hubo propuesta económica, ni discurso renovador, ni estrategia territorial. El massismo se convirtió en un espacio sin voz, sin iniciativa, sin capacidad de interpelar.
El territorio: abandono y expulsión
La derrota en Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Entre Ríos no fue una sorpresa. Fue una repetición. El peronismo no tiene estrategia nacional para esos distritos. No hay discurso federal, no hay presencia sostenida, no hay construcción política. El voto popular se fue porque fue expulsado. No hubo escucha, no hubo respuesta, no hubo representación.
En los barrios populares, el peronismo perdió porque dejó de ser refugio. La gente eligió otras opciones, no por convicción, sino por abandono. El voto libertario creció donde el PJ supo ser contención. Y eso no se explica con encuestas. Se explica con ausencia.
Santa Fe: una alianza sin síntesis, con ocultamientos estratégicos
La candidatura de Caren Tepp, respaldada por Ciudad Futura y Fuerza Patria, fue presentada como símbolo de renovación. Llegó con narrativa, con trayectoria, con convicción. Pero en el territorio se vivió como superposición. El PJ local no la asumió como propia. No hubo integración real. No hubo estrategia común. No hubo defensa política.
Y lo más grave: a Agustín Rossi se lo escondió. Segundo en la lista, con historia, peso institucional y presencia nacional, el “Chivo” fue deliberadamente invisibilizado en la campaña venadense. No apareció en los afiches. No fue parte del discurso. No se recorrió el departamento. Su figura fue silenciada por decisión política, no por error.
La alianza fue formal, no política. Ciudad Futura caminó con sus códigos. El PJ lo hizo con los suyos. Y entre ambos, no hubo relato compartido. Tepp encarnaba una posibilidad. Rossi representaba una memoria activa. El peronismo local eligió no construir ni una ni otra. Y eso tiene responsables.
Ausencia estratégica en tierra propia
El PJ venadense llegó a la elección sin conducción clara. No hubo mesa política. No hubo convocatoria amplia. No hubo escucha. Las decisiones se tomaron por urgencia, no por estrategia. Los sectores territoriales fueron ignorados. Los históricos se replegaron. Los nuevos no encontraron espacio. La estructura partidaria funcionó como maquinaria, pero no como comunidad.
La militancia fue tratada como recurso operativo, no como sujeto político. Y eso se tradujo en desconexión. Las campañas que no interpelan, fracasan. Las que no recorren, se diluyen. Las que no escuchan, se apagan.
Parte de la dirigencia local de Ciudad Futura se sumó al recorrido provincial de Tepp y Monteverde, dejando a Venado Tuerto y la región sin presencia política real. La campaña se pensó desde Rosario, se ejecutó en otros distritos, y se olvidó del sur santafesino. No fue una omisión logística. Fue una decisión política.
El resultado fue una advertencia. En Venado Tuerto, Fuerza Patria —la alianza entre Ciudad Futura y el PJ— quedó tercera. No solo fue superada por La Libertad Avanza. También obtuvo menos votos que los que Ciudad Futura y el PJ habían conseguido por separado en 2023. Es decir: la unidad no sumó, restó. La alianza no potenció, diluyó.
Ese retroceso no puede explicarse solo por el contexto nacional. Es territorial. Es político. Es estratégico. La campaña no logró instalar un proyecto claro, ni una figura que encarne el sur santafesino. La militancia no fue convocada. Los barrios no fueron recorridos con convicción. La ciudadanía no se sintió interpelada. Y cuando eso ocurre, el voto se va. O no llega.
En el resto del departamento General López, el panorama fue similar. El peronismo no logró consolidar presencia ni disputar sentido. Las estructuras funcionaron como engranajes electorales, pero no como tejido político. Y eso se paga en las urnas.
Que duela, que sirva
Esto no busca consolar ni movilizar. Tampoco pretende incomodar por efecto. Lo que busca es exponer con claridad lo que muchos prefieren no nombrar: una derrota que no fue solo electoral, sino estructural, narrativa y territorial.
No se trata de señalar culpables individuales, sino de describir un proceso político que eligió el encierro, la repetición y la exclusión como estrategia. Lo que se perdió no fue una elección. Fue la capacidad de representar, de construir comunidad, de ofrecer sentido.
Desde el oficio de comunicar, este análisis no propone soluciones partidarias. Propone una lectura incómoda, sí, pero necesaria. Porque si no se nombra lo que falló, lo que se repite, lo que se oculta, no hay posibilidad de reconstrucción. Y sin reconstrucción, no hay futuro político posible.
Que duela, no por nostalgia. Que sirva, no por disciplina. Que quede dicho, porque el silencio también vota.